'cookieOptions=learn o link La Cripta : Bella durmiente el origen

viernes, 3 de enero de 2014

Bella durmiente el origen

En un hermoso palacio, en un tiempo muy remotamente antiguo, donde las hadas aún eran conocidas amigas del hombre, y el hombre amigo del caballo y del perro, amante de las armas blancas e inexperto para las de fuego, esta historia sucede en esta época, en la noche, sí empieza con la salida de la luna, con las sombrías palabras de una desagradable bruja, que cuya fama de vidente siempre acertada, hizo que sus predicciones sean escuchadas hasta por el mismísimo rey, el hombre sentado en una silla de poca monta, en una pocilga llena de ratones, que a juzgar por la maniaca era fácil de creer que eran mascotas o al menos ingredientes para sus pócimas, en la posada solo estaba la mujer, el rey y un heraldo a forma de escolta, algo muy simple, para una estadía de confianza dentro del mismo reino.
— Ahora lo veo, sí todo está muy claro Talía, la niña corre un peligro, peor que mil maldiciones —decía la balbuceante vieja.
 —No, porque ella, mi amada hija, como es posible que alguien quiera hacerle daño a una bebe, que culpa tiene ella, yo quiero cargar el peso, no me importa cómo, dime como impedirlo — reclamo el monarca en total desesperación.
—Lino, no permita que ni un ápice, hilo de lino entre a su palacio mi majestad, porque si su hija llega a envenenarse con una aguja enhebrada a un hilo de lino, la niña pasara el resto de su vida sumergida el más profundo sueño, sin envejecer un día, hasta que despierte, quizás su tierras no sea más que polvo del pasado —
El rey se levantó, con un carácter severo y con una sola idea en la cabeza, nada de lino, toda tela que fuese de ese material sería quemada, el monarca estableció su ley de carácter absoluto, lo cual aunque sus súbditos lo tomaron como una excentricidad, acataron sin chistar, nadie en el reino portaba nada que fuese lino.
—Quizás, maléfica no sea del reino, aunque con mis advertencias bastan, para cuando la princesa duerma, lo más probable es que yo me halle muerta, así que no será mi problema, lo siento rey pero no hay manera de advertirle, ojala no suceda — pensaba a sus adentros, la anciana.
Durante muchos años, después de muchas reglas para impedir que el lino fuese si quiera a estar a un kilómetro de la princesa, Talía creció como una hermosa chica, una joven de unos 19 años apenas cumplidos, la princesa era la mujer más bella alrededor del imperio, el rey el hombre más honesto aunque siempre angustiado por su niña, cuidando que ella siempre tuviese lo mejor, siempre y cuando no sea lino.
La princesa tenía por costumbre llevar flores a su madre que yacía en el cementerio real, afueras del reino aunque era muy cerca, lo hacía en la soledad de su reflexión y propios pensamientos, era una chica muy sencilla para ser princesa, vestía con finas telas, pero de pocos detalles, su color favorito era el blanco pureza, y tener bordados al final del vestido, sin mallas complejas,  era algo provocativa, pero dado que andaba sin guardias y más comadronas, no era algo muy notable y menos decoroso.
La joven saltaba feliz entre prados verdes, caminos hechos de piedra, y otras arquitecturas feudales, hasta que llego a la lujosa tumba de su madre, aunque de la reina se puede decir que era una mujer benevolente no pudo conocer a su Talía, a su única hija, por los cuentos que cruzan en la corte, la princesa sabía que su madre era una mujer muy correcta y hasta bondadosa, lo único que no gozaba de la mejor salud, a muy pesar de que tan bella flor marchita como sin agua haber tocado, cayo la reina el mismo día del nacimiento de Talía, la tragedia no podía traer recuerdos a la princesa así que la joven propicia nada más que devoción para su madre.
Mientras Talía con sus rosas, claveles y margaritas adornaba la tumba de su madre, la joven miro lo que traía en su bolsillo trasero, el zurcido que traía para su madre estaba un poco dañado, una línea ubicada al centro del circulo de su adorno, el pequeño detalle no podía quedar mal, la princesa se fue en busca de hilo y una conveniente aguja para arreglar su regalo, pero en vez de ir a palacio por tales cosas, miro que tras los bosques, había un río, quizás algunas plebeyas estén cosiendo su ropa, y con suerte ellas tendrías los colores que necesitaba, aunque igual no tenía nada perder, pues el viaje era más corto en comparación a ir a palacio.
 En el río no había persona alguna, ni un rastro de alguna comadrona, señora, o súbdito, la joven se entristeció un poco, pero en una piedra que seguramente era usada para lavar, estaba curiosamente un dedal donde se encontraba un hilo ensartado en una aguja, la muchacha tomo el dedal, y grito muy fuerte: ¡hay alguien aquí!, pero ni el viento hacia acto de presencia, la princesa se levantó y se dispuso a coser la parte que le faltaba,  para ella el hilo le resultaba muy extraño, era el color que necesitaba, pero era muy diferente, como de un material desconocido para ella.
Tras terminar su bordado, la joven con sus dientes corto el hilo, pero sin tomar mucho cuidado y en su apuro, se pinchó con la aguja, y el mismo instante la bella joven se desplomo, con la rubia cabellera y el resto en el suelo, termino por darse su destino.
Un guardia que casualmente paseaba por ahí, buscando un arándano para comer, noto que la princesa yacía en sueño, quizás desmayada, quizás moribunda, el soldado corrió con todas sus fuerzas y trajo a la joven ante los médicos reales, que nada pudieron hacer frente a la maldición, al llegar los oídos del rey, la noticia le dejo como era de esperar anonadado, frustrado, y con una pena que ni un monarca resistiría, lo único que como padre podía hacer era ir a ver su hija, con el alma hecha pesados solo atinaba a preguntar.
— ¿Dónde la hallaron? —Cerca a la tumba de la madre, en el rio — respondió el guardia.
—Lino, el hilo era de lino, como es posible, debe haber un culpable — no, señor, no había nadie en el lugar, tal vez el material llego de rio arriba —
— Desde las sombras, desde los demonios, la señora que predijo esto, hoy está muerta, lo hecho, hecho esta, tomen y copien mis instrucciones — refiriéndose a los escribas reales.
Ordeno con mucho énfasis, poner en una cama tradicional, pero recubierta de cristal, para conservar a la princesa, ella despertaría algún día, de alguna u otra manera el rey tenía esperanzas, algún medicamento, una cura, magia negra lo que fuese, para despertar a su hija, durante lo poco que le quedo de vida, dedico todos sus esfuerzo a encontrar lo que nunca encontró, el reino cayo en depresión, sin herederos, sin aliados estratégicos, sin rey,  la opulencia del lugar paso a ser un falso recuerdo, y la princesa media muerta, media dormida permaneció intacta durante todas las revueltas sociales, pues nunca nadie olvido de trasmitir el verdadero mito de la bella durmiente.
Durante más de ochenta años, sin murmullos y con lo que el reino se dividió en dos, dejando el palacio desierto y formando consejos administrados por personas de confianza, elegidas por ellos mismo, dos nuevos feudos nacieron,  las noticias del lugar se esparcieron a varios reino, hasta que un joven príncipe llego a resolver el dilema.
—Vengo por las tierras del antiguo rey, vengo a traer paz y prosperidad —dijo el muchacho.
Tales promesas, sonaban descabelladas, pero bajo un manto de protección y halo de fe, el joven se hizo del poder sin guerras, ni problemas, simplemente con apoyo unifico nuevamente el reino, trajo prosperidad con mercaderías, y haciendo intercambio entre su reino y este, que aunque lejano, con la buena fortuna y entusiasmo de su lado, en cinco años, hasta los tristes y apenados bufones, brillaban radiantes y alegres, campesinos más trabajadores, y súbditos más que leales.
En su larga estadía el príncipe escucho la historia del palacio, que en el cuarto más recóndito del lugar, estaba la heredera, la joven sumergida en el sueño profundo, la bella y apagada durmiente. La historia trajo algo de curiosidad al muchacho, y tras su gran labor, los herederos de los escribas reales, dieron la llave al príncipe.
El hombre entro al cuarto, en cuanto la vio, no podía creerlo, la joven vestida en una fina trasparencia de rojo carmesí, protegida por un cristal y muchas raíces y polvo del tiempo, pero ella tan inmaculada por dentro, el joven no pudo evitar abrir el cristal, con mucha fuerza y apego, lo consiguió pero su valentía no podía simplemente terminar ahí, durante muchos días el regresaba a verle, abría el cristal y se esmeraba por despertarla, intento de todo, hasta una cachetada, echarle agua, hasta que una idea paso por el, la joven era tan hermosa e indefensa, tal vez el amor le despertaría, y una noche mientras la luna aullaba, el joven la beso, pero para su sorpresa nada ocurrió, triste el joven no regreso, hasta que después de un mes, no podía dejar de verla,  ella tan hermosa, tan vibrante, pero tan sólida y fría, tan tersa, tan exuberante, tan falta de calor, con tan suave piel, tan bellos pechos, tan dulces labios, tan excitante, tan..., tan....
Así ocurrió, el príncipe no pudo resistir a sus instintos y a la durmiente le dio una noche caliente, aunque ella ni gimió ni suspiro, el príncipe loco de pasión, hizo el amor, su primera vez fue con ella, la profunda dormida, la joven tan preciosa.
Aquel hecho puso de mucho bochorno al caballero, que aunque en tan cobarde acto, pensó que solo era algo de mal gusto, que nadie debía enterarse, decidió volver a sus tierras unos meses en busca de sus padres, y nuevos aires.
Paso un año y el regreso, tan radiante como siempre habiendo superado sus caprichos y hecho más hombre, más culto, pero siempre tan entusiasta, el pueblo le miraba con angustia, aunque le recibieron con alegría estaban todos algo preocupados, el medico del pueblo, el más honorable le dijo la noticia.
— Mi lord, usted es ahora rey, es padre de dos mellizos, de un niño y una niña —
— ¿Cómo es posible?  — cuestiono en joven con mucha preocupación y con algo de terror en el rostro.
—Señor acaso usted, se atrevió a..., no le cuestiono, pero ya está hecho, tiene herederos —
La noticia aunque al principio no fue bien vista por nadie, ni un súbdito, plebeyo o campesino se atrevió a cuestionar al ahora rey, casado sin más con Talía, y ahora padre, dado que la madre estaba dormida, los nombres los escogió el.
—Sol y Luna, son mis hijos, sol será un valeroso príncipe y un gran guerrero como yo, digno de su pueblo, y Luna tan dócil y bella como su madre — dictamino el noble.
Y paso, un lapso de apenas unos años, durante la prosperidad palacio era otro, más bellamente embelesado, más adornado, todo para criar de lo mejor, a los nuevos herederos, que eran cuidados y alimentados por finas mujeres de la corte real, pues la madre aún no se despertaba.
 Pero los días pasaron y al fin sucedió, la bella durmiente despertó de su profundo sueño, después de largos cien años, el mundo había cambiado, pero ella ni una pizca, era la misma joven de diecinueve años, pero al fin libre de su maldición, o es que los felices por siempre, deben existir en las mentes de los bellacos y simples.






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