'cookieOptions=learn o link La Cripta : junio 2014

lunes, 23 de junio de 2014

After party: Capitan america 2: el soldado del invierno

martes, 3 de junio de 2014

X-men días del futuro presente

La princesa y el dragón (preludio)

La época era la del mundo de los valientes, donde los hombres usaban espadas y las mujeres decentes estaban en casa, las que no, trabajaban en las cantinas, lo rustico del paisaje mezclaba la mitología, filosofía, religión pero más que nada los ecos de guerras.
Muchos pueblos rodeaban las fronteras del castillo, era el reino de una era en la que era mejor ser esclavo a que ser un hambriento sin patria, el cielo era hermoso, lo suficiente como para poder vivir debajo de él, la tierra era tan cálida, tanto que morirías por ella, los contrincantes eran aguerridos y despiadados, pero no tanto como para unirse cuando una temible bestia asolaba un pueblo y porque no decirlo, tal vez todo el reino.
Los nobles a duras penas salían del castillo a recordarle al resto que existían, pero no la hija del rey, la princesa Dalia era otra nota en esta lúgubre canción, esta apenas joven de dieciocho años, más bella que la paz misma pero más rebelde que ebrio en bar a punto de cerrar.

Locura, apenas el oír su estruendoso rugido, la paranoia era la nueva ley, ni los actos más atroces de los hombres más corruptos, ni el tirano, ni el mismo infierno era así de temible, cuando sus cuatros patas posaban la cumbre de los risco, los aldeanos temblaban, pero cuando sus alas enormes revoloteaban en la llanura de sus campos, lo más inteligente era recurrir al suicidio, los pocos estúpidos en ayuda de los bárbaros más sucios que en comparación de cuando el animal no estaban eran los más aniquiladores, a su lado solo eran hombres peludos temblorosos.
Nunca ha matado a ese dragón, y dado que son inmortales, lo único que podían hacer para alejar las llamas era pues disparar con todo, cansarlo lo suficiente para que se sumerja en su letargo lo cual para su suerte duraba diez años, no era paz, pero en comparación a la tragedia que vivían cuando el dragón llegaba, era mejor, mucho mejor y nadie se habría opuesto a este concepto.
La princesa había vivido esto, solo que ella a duras penas lo recordaba, era una niña, pero ella había escuchado las historias o mejor dicho pesadillas, como las rocas temblaban como queriéndose esconderse, los campos se movían de un lado a otro, tratando se desraizarse, o las aves huyendo inútilmente.
Pocos guerreros eran recordados por sus nombres, no había más que un par de placas conmemorativas, no eran capitanes, solo un par de “héroes” que lanzaron de alguna catapulta un golpe de gracia, solo uno era el hombre que se abalanzo con su espada sobre el cuello del monstruo, le rajo lo suficiente como para deshacerse de él buen tiempo, su placa era de oro y lo valía, fue el único que sobrevivió tan cerca, se hicieron canciones de sus hazañas, se seguirán haciendo hasta el fin de los días, porque un loco con tanta fuerza y braveza debe ser recordado para darnos valor, para recordarnos que cuando el mal emerge nuestros corazones no van sucumbir hasta estar lo bastante chamuscados.
La princesa estaba de visita en el pueblo, era una hermosa primavera, los días eran soleados muy cálidos como invitando a los temerosos pobladores a por fin en mucho tiempo se sientan seguros, sin dragones o guerras, al menos no por esa semana, la princesa estaba caminado por el pasto es que su vestido se lo permitía bastante, saludaba a los aldeanos al igual que ellos le alzaban la mano contentos de verle, sin vigilante o protección, puesto que los cercos y los puestos de vigilancia era más que efectivo a cualquier adversidad o contratiempo.
La princesa quiso mirar más allá del muro para ver un poco los exteriores, los guardias que estaban en sus puesto, aconsejaron que no era buena idea, pero dado a la alianza con los grupos bárbaros no era algo descabellado salir, le aconsejaron que marchara con un par de guardias reales, pero ella se opuso argumentando que no era necesario dado que solo sería un paseo cerca de una montaña rocosa, aunque no se puso terca o algo por estilo, decidió ir con un par de guerreros de baja, puesto que lo más peligroso que podía encontrarse era un zorro de montaña o una ave con muy mal carácter.
Partieron a las tres de la tarde, el camino era un poco intricado al llegar a la montaña, el clima parecía otro en ese lugar, era caliente más de lo normal, aunque pequeñas rocas resbalaban de la cima, no era un problemas que al llegar a donde estaban marchando solo eran polvo, el vestido de la princesa Dalia estaba rasgándose un poco, por lo que la chica hizo el trabajo más simple, con sus dos manos rompió una abertura de su parte inferior teniendo así más movilidad en sus tonificadas piernas.
Pasaron una hora, los guardias al ser de baja no llevaban mucha armadura, más que una espada y un escudo de madera heredado de algún ya fiel soldado. Aunque ellos estaban mostrando leves signos de cansancio la joven hermosa prefería avanzar un poco más hasta que vio esa enorme entrada, algo de tamaña dimensión tenía que albergar algo muy interesante.
La princesa ni corta menos perezosa avanzo tan rápido como pudo hasta la entrada de esa enorme cueva que parecía ser profunda hasta que un enorme crujido la detuvo, los guardias se aproximaron tan pronto escucharon eso, para apartarla y poder regresar, pero ella no pensaba de la misma forma.
— ¡Oh! ¿Qué ha sido eso?, debemos entrar, tal vez pueda ser… —
— Mi dama, puede ser la cueva del dragón, no podemos investigar, no significa lo que terrible que puede ser esa bestia —
— No estén tan inseguros, puede que este dormido, podríamos matarlo, es la oportunidad que ustedes consagren sus nombres —
— Pero es mejor que no lo hagamos nosotros, unos simples soldados de baja —
— Sus espadas son apenas forjadas, ustedes no son principiantes, han participado en contiendas ya, además que tan difícil puede ser matar a un ser dormido, es su oportunidad de venganza, acaso no creen que es correcto —
— Majestad, hace años lo perdimos todo, somos huérfanos en esa época sin más opción que ser soldados o unirnos a los bárbaros, esta vez, nos ofrece devolver el mundo la justicia, quiero con toda la rabia que guarde durante mi pobre vida, pero yo recuerdo al dragón y con gusto le diré, que matarlo nunca va ser sencillo —
— No, entonces yo hablare con él, tengo entendido que puede ser un ser pensante, no es más que un ser atormentado, y ustedes pagaron a consecuencia de su dolor, ustedes puede que sean unos de las muchas víctimas, yo quiero y voy a lidiar con el tema —
La princesa, ordeno que ellos aguardasen en la entrada por si ella los necesitaba para poder fugar, además les dijo que si no era el dragón ella saldría más rápido que pronto, les juro que de poder hacer nada, ella se ofrecería de tributo, y aunque sus palabras era ley los jóvenes guerreros intestaron de todas las formas de que ella no se embarcase en tal aventura.
Para Dalia era explicaciones de lo más errada, su intención digna de ser escuchada, tenía que ir a por esa bestia, ella estaba metida en costura de que ese ser era lo suficiente inteligente como para no comérsela, además de su voluntad férrea no tenía nada más que fe en ella misma, esperando no tener la muerte lenta que los otros procesaban.
Paso a paso, ella era una mujer más que valiente pero tampoco es que fuera insulsa, su presión arterial aumentaba con cada paso, su corazón latía como bote donde se hace la mantequilla, y estaba hecha toda un manojo de dudas, la cueva era muy oscura y su antorcha que recibió de parte de sus cuidadores no le daba luz más allá de dos pasos, para cuando ya estaba tan adentro que no podía ver la entrada de la cueva, comenzó a sentir un viento aunque suave lo bastante potente como para sentirlo en su cara.
Estaba tan asustada como para no dar un paso más. Espero a esperar otra leve ventisca, pero esta no llegaba, tal vez solo tal vez el enorme engendro malvado había vuelto a reposar, cuando se sintió que estaba lo bastante dentro de la cueva, miro lo enorme que era por dentro, lo grande e imponente que era el lugar, ella soltó un par de palabras que rebotaron con un eco no muy estruendoso, tenía que ser paciente, pero estaba comenzando a creer que no había nada más que rocas en la cueva, entonces se escuchó un leve rugido, estaba la bestia en el lugar, solo había aguardado hasta que libero sus llamas incendiando un enorme madera como un candelabro muy primitivo poco elaborado dejando ver su negro color y todo su temible aspecto.
Afuera del lugar los soldados sintieron unos temblores que le sacudió el cuerpo, aunque por órdenes solo le quedaban aguardar para llevar lo que ellos pensaban con suerte el cadáver quemado de la princesa, alistando sus cuellos para la ahorca, dentro de la cueva, una maquiavélica sonrisa de un monstruo, sus enormes ojos parpadeaban mirando fijamente a su objetivo, lo suficiente mente poco conservador para venir a su casa.



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