Las leyendas, no, las historias de este maldito ser, me
suelen pasar muchas noches, muchas lunas, pensando que hubiese pasado sí es que
el laberinto me hubiese atrapado, sí no hubiese rescatado a nadie, o no matara
al minotauro, al temible hombre toro, las dudas me mareaban tanto como cuando
vi su cabeza, fue la sensación más terrible luego de ver la cabeza del
descendiente de Minos luego de unos días, el hombre toro, era un hombre ya,
casi vomito luego de sentirme más nauseabundo que de costumbre, estaba altamar
aún está fresco en mi memoria, pero regresando al momento en el que ofrecí, dentro
del grupo de vírgenes y guerreros.
Estaba muy asustado, en mi corazón sentía que era mi deber,
yo como héroe y semidiós del mar, aunque no me ofrecí en busca de gloria, menos
de cantaran canciones o poemas épicos en mi nombre, tampoco digo que sea
humilde o que no buscaba pelea, me arriesgue con mi espada, mi armadura
liviana, y un puto hilo, que al final resulto más útil que todas las armaduras,
pues el enemigo no era uno solo, el toro solo era el principio, vencer al laberinto
era otro reto igual de grande.
Esta aventura trágica a la que me atreví fu posible gracias
a que sin ánimos de presumir era un fuerte guerrero, con habilidades tácticas
bien desarrolladas, esos eran mis pro, mis contra por el otro lado me lo ponían
rudo, no conocía nada del laberinto, mi contrincante era un monstruo con la
fuerza de veinte hombres, la rabia de un toro, y el aliento de haber comido
muertos, el hecho de que estaba en su territorio, a pesar de que era su hogar
no era del todo consiente del territorio.
Se sabe bien que el minotauro no era un ser extremadamente astuto,
que compensaba esa deficiencia, con su fuerza demoledora, sentidos
desarrollados y muy perceptivos, tantos que las vírgenes eran las primera
victimas por el simple hecho que no corrían tanto como los jóvenes, odio
ahondar en detalles para contar mi historia con el horrible y repugnante ser,
pero cuando yo me atreví a encarar a la bestia, vi bien como el desgraciado
devoraba, poco a poco a una virgen, estaba yo totalmente impactando, con el
rostro enrojecido de cólera por la falta de humanidad de esa criatura, la falta de
misericordia, era un tirano en su laberinto, no le faltaba alimento, pues aparte
de nosotros, se ofrendaba buena cosecha, pero la sed de sangre y desprecio por
la vida misma era el alimento del minotauro.
Pase varios días antes de matarle, fue uno de mis placeres
cortarle la cabeza, no me arrepentiré nunca, puedo decir con gusto que ha sido
una gran experiencia acabar con la trágica existencia de la bestia del
laberinto, nunca me dijo ni una palabra, aunque sé que podía articular pequeñas
palabras, para mí el único monosílabo que me soltó fue un "agg" luego
de caer al suelo, moribundo.
Soy Teseo y este papiro es mi descripción del minotauro
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