Era una
tarde sin sol, lluvia o si quiera el canto de un pájaro, ósea era un día de
mierda, la primavera estaba cerca por lo que era más aguantable, la semana había
estado cargada de cosas tan pútridas que era tan aburrida como el bosque de a
dos riachuelos del lugar, un bosque tan apagado de lo más sin sabor ni
historias, ni fantasmas, ni leyendas, ni un mero duelo para alardear, el lugar
era un cementerio sin cadáveres ni magia alguna, había quienes preferían rodearlo
para evitar llevarse una mala impresión, aunque en esta época de dragones y prostitutas
mal llamadas princesas. Las pocas veces en las que en mi vida me había topado con
un lugar tan poco carismático, todos los bosques tienen nombres unos más
interesantes que otros pero este no, la gente le solía llamar bosque sin
encanto, pues algunos dicen que hasta el sol pasaba de él, ninguna comadrona de
príncipe contaba algo, ni en el mismo valle de donde la gente se albergaba tenía
algo que decir al respecto o por mísero respeto a la naturaleza, salvo eso sí,
para cuando una mujer tenía que poner insulto se hacía referencia al lugar
desde luego para desmejorar la libido de cualquier caballero seudo guerrero o
simple machito de cantina y vaya que funcionaba muy bien, no mojabas pan al
menos lo que te quedaba de vida si es que una fémina se atrevía a llamarte así
y al menos tres tipas chismosas y dos mocosos mozalbetes lo referenciaban.
En las
sombras de un bar barra posada barra prostíbulo barra cama de vagos desterrados
y perros barra quien pueda pagar y rara vez pasada de un guerrero, estaba un
viejo llenos de liendres, barba blanca y demás, vestido como pordiosero,
increpando palabras como asechando a las llamas de fogatas misteriosas, estaba
el anciano conjeturando solo frases, una tras otra, mientras en el bar todos
voltearon a mirarle y uno a uno se sentó a escuchar, estaba hablando del bosque,
estaba diciendo que no era el lugar que todos decían que era, que incluso él tenía
algo que contar, que era lo más descabellado creer que el lugar no tenía ningún
encanto, tanta fue su confianza al hablar que hasta el miserable violinista cantautor
se calló y se sentó a escuchar.
—
Escuchen todos oyen pero nunca lo comprenden, quizás ustedes puedan entenderlo
por el momento, hay tres cosas que ustedes olvidan de ese lugar arbolado, uno
no siempre fue un bosque antes era una estepa en otro tiempo, el dos olviden
sobre el dos y tres si buscan escucharan sus canciones pero todos olvidaron a
que saben ya, seguro han hechos caricaturas pero no han visto lo que ese lugar
le hizo a la gente antes de que nos llamaran así no olviden sobre esos días
antes de que fuéramos más de un solo ser, esa magia que lleno todo ese lugar,
el mundo se hizo el día que ese árbol nació pero eso fue hace tanto que ya
nadie habla sobre ello — murmuraba el viejo con su voz a duras penas pero con
una gravedad de narrador de cuentos que bastaba para que todos en el lugar lo
oyesen incluso a baja densidad.
— No
puede ser cierto dinos más anciano, ¿qué sabes sobre eso? ¿A qué magia haces
referencia? — cuestionaba el cantinero.
— Ese
lugar era un paraíso mejor que un edén, pero de escaza vegetación, sus
tatarabuelos apenas sabían de eso, ellos llegaron cuando ya estaba naciendo las
primeras raíces del codiciado lugar, era tan extraño que en una circunferencia
de apenas un kilómetro haya un oasis rodeado de un pequeño desierto tan minúsculo
pero a la vez tan majestuoso que haría que bajes tu cabeza, los mejores magos
del mundo venían a echar un vistazo e ir por su agua —
— Pero,
como es posible que esa magia, el agua aún está en ese lugar pero ahora nadie
viene por ella — canturreo una mesera.
— Es
porque esa nueva agua es como cualquier otra, les dije que olviden el dos, porque
el dos era el número que odiaba el Faquir de tierras lejanas esa fue la maldición
que echo al lugar por la cual ahora ustedes llamaban lugar sin encanto, él fue
quien mato al lugar solo palabras, sangre y su mortífera daga —
— Cuéntanos,
por favor ten dos monedas, anciano — suplico un niño mimado.
— Fue hace
tanto, un anciano más decrepito que yo lo conto, era cuando yo era como este
crio malcriado, pensaba que podía comprar algo con oro, pero me lo conto un descendiente
que le fallo como sirviente al faquir, me dijo toda la historia con tales de
detalles que siento que la viví — sonreía misteriosamente el anciano
— Continuo, para cuando la luna envidiaba la atención
del oasis lleno de magia, el majestuoso rey de arabia mando a su brujo más
prodigioso por cuarenta barriles de esa maravilloso liquido lleno de poderes
capaces de cambiar de forma las cosas, podías tener piedras y volverlas oro o
alimento o lo que tu quisiese que fuese, tu mente y la cantidad de agua era lo
necesario, pero como era posible que solo un hombre viniese por casi toda la
magia del lugar, no creen que es injusto —
Todos al
unísono dijeron que era descabellado, era insano y demás cosas por el estilo.
—
Entonces el faquir descubrió que el lugar estaba custodiado no por hombres sino
por ninfas, las más bellas formas femeninas que los ojos humanos han visto, que
la magia radicaba en el poder que ellas otorgaban al lugar, muchas ninfas
ocultas a los ojos codiciosos de los hombres resguardaban el lugar, pero poco o
nada importaba al faquir que con doce caballos y diez hombres intentaron llenar
barril tras barril hasta un ninfa levanto la mano y mostrándose capturo a un
hombre y lo transformo en semilla, lo que podrido estaba podrido crecerá se
dice que grito la ninfa —
— Eso
explica los árboles, pero el faquir no poseía magia para defenderse — pregunto
el músico que estaba de lo más atento.
— Pues
así fue, huyo aproximadamente a la velocidad de la caída de un cerezo en invierno,
pero el hombre sabía que de regresar a su tierra sin nada su cabeza no duraría mucho
en su cuello, es más tendría suerte de que solo le pasase eso, por lo que opto
por algo poco razonable debido a su precaria posición, contrato a todos los
hombres del pueblo cercano, mejor dicho a sus ancestros, a todos los
campesinos, guardias y demás por muchas monedas y por muchas promesas —
— Pero
si nos incluye. ¿Por qué nadie nos contó la historia? — cuestiono un campesino.
— No
hubo sobrevivientes para contar nada, el lugar termino en tragedia, la estepa
no se llenó de ninguna gota de sangre, pero morir por codicia es la peor forma
de morir es la manera en la como se mata un lugar, es la forma como se infecta
la magia y como se esfuma su poder, arboles tras arboles incluso las mismas
ninfas sellaron su muerte, tantos árboles, llenos de sueños vacíos en busca de
alimento, ahogaron sus fuerzas y las ganas de querer acabar con todos, las
ninfas quedaron hechas piedras y solo el faquir al ver la muerte y el pecado
que había cometido reflexiono estúpidamente y con su daga sello el lugar, que
no haya historia alguna, que no haya memoria de nada, que no haya lagrimas o
infortunios, sin castigos sin piedad, sin piedras o rocas, solo árboles y
susurros, pero eso sí que el hombre que mando a marchitar tan bello lugar por
favor lago con tus ultimas gotas puras, por favor que el hombre que marco mi
lastima reciba un justo castigo. Y para terminar con una daga marco su muerte
el faquir —
— Hombre
como termino eso, que paso luego de eso — pregunto un criador de chanchos.
— Pues
termino, no eso aún no ha terminado, el rey fue castigado dos maldiciones en
cientos de muertes, los hijos de sus hijos lo cuento uno y otra vez la misma
historia, la misma mierda una y otra vez, ustedes la escuchan les asombra y
luego al día siguiente la olvidan —
— No te
burles de nosotros estúpido anciano, como quieres que te creamos eso, no vengas
con tus tonterías — entonces todos se voltearon.
— Acaso
es tan triste, yo soy el rey de la historia, para cuando ustedes lo piensan, he
usado todas las palabras habidas y por haber, pero siempre terminan olvidando,
como si sus cerebros fueran incapaces de siquiera guardar un poco, esa fue mi maldición,
nunca morir y por la misma complexión tener que contar todo lo que siempre digo
antes del anochecer para que mi cuerpo no siga maltratándose como ya lo ha
hecho, para no terminar más acabado o echar raíces sin poder morir —
Entonces
todos volvieron a sus actividades, haciendo como si el anciano nunca hubiese
dicho siquiera una oración completa, ni lo miraban era como el fantasma, seguían
llamando al lugar el bosque sin encantos y le seguirán llamando hasta que se
acaben los días, hasta que los humanos olviden que alguna vez estos hechos
pasaron buenas noches, se repite lo mismo sin poder ser oída como
tragedia griega olvidada en algún volcán ahumado en algún lugar desolado.