Las
horas transcurrían a duras penas, mire al espejo de mi compañera, odio decir
empleada a alguna persona, además no soy el dueño, solo el administrador del
local más mala leche de la ciudad, un café menos popular que la música trash metal
de mi otra compañera la punky crayzy o como sea que se haga llamar para ese
momento.
Sentado
al frente de la repisa, en la sección donde se hace pedidos, estaba tomando el
turno de un chico que estuvo mal ese día, aunque con los pocos tipos que venían
suficiente eran mis dos compañeras, me tomo enserio mi trabajo, además me pagan
por estar. Estaba leyendo un libro titulado “en el viejo oeste” para matar el
rato, no era nada muy complejo pero estaba entretenido, el dueño del lugar
copio el formato de los cafés más populares así que el lugar luce como
cualquier otro, solo que su nombre es: “Jabikscofee”, no es mal nombre, tampoco
es que no vaya mal como empresa, pero siento este lugar tan soso, lo cierto es
que nunca quise terminar administrando este lugar, de hecho esa fue mi primera
razón para abandonar la universidad, pero el éxito no deja de sonreírme, el
asqueroso éxito que no quieres y menos necesitas.
El
sol irradiaba, me pare a por el ventilador, en verano pocos vienen por un café
helado, por eso lo malo de abrir en una época así, de trabajar en días como
este, el maldito pelo castaño que tengo se corruga y frizea o como se diga, sé
que sueno un poco quejoso, pero que puedo decir apenas tengo dieciocho, aún
siento que es normal que me porte de esa manera.
Pasaron
unos veinte minutos y apenas un cliente, lo cual no es mal para los estándares
de esta fecha, a mi libro le quedan unas veinte hojas antes de que el villano
la palme, lo sé porque siento como van las historias, de pequeño siempre quise
escribir este tipo de cosas, pero mis padres siempre han sido muy cuadrados, de
hecho dibujo un par de comic cuando se me da el tiempo tengo dos que sigo hasta
ahora: “El tío de los brazos más fuertes del mundo”, “Superhielera”. Admito que
soy un huevon total para los títulos, pero qué más da, nadie va venir a
juzgarme.
Los
vidrios transparentes me dejaban ver directamente como pasaba la gente, algunas
chicas llevaban short lo cual me dejaba sentirme abstraído unos segundos hasta
que pasaban a la siguiente acera, lo malo de estar en una esquina, un par de
chicos y chicas entraron por la puerta, entonces por primera vez en mi vida
abrí la boca, bueno no, pero mentalmente quede desarmado, era la chica de mis
sueños, al menos los de esta noche.
Su
figura era espectacular, sus formas era adorables, hasta su pelo me hacía tener
pensamientos pecaminosos, estaba extasiado por siquiera mirarle, deje el libro
a un lado, y me detuve a contemplar su figura, la estaba examinando con mis
ojos, los suyos eras claros de textura almendrada, su rostro de suave diseño,
dibujado por el mejor arquitecto del lado divino, bajando hasta su pecho vi su
polo de color guinda con unos finos tirantes del mismo atuendo, su escote era
el espacio donde se puede decir lo suficientemente bondadoso, pase a prestar
atención a su abdomen que era plano aunque sin mucho musculo, siguiendo con mi
línea de visión pase a observar su correa muy delgada de un dorado que
reflejaba un poco la luz del lugar, para terminar su pantalón era un simple
jean de color verdusco, andaba en tacos por más que quisiera no podía evitar
escuchar su sonido.
Mientras
ella procedía a sentarse en una mesa, tome mi celular de mi bolsillo mientras
buscaba al contacto de la llamada los chicos se pusieron a conversar un rato.
—
Hola soy Susan si quieres puedes llamarme en la noche, estoy en el trabajo,
suerte— respondía una contestadora.
—
Susan soy Jack, quiero decirte que eres una perra, nunca te he amado, fingí
todo, pienso que era mejor morir que seguir a tu lado, siempre supe que me
engañabas, hasta nunca maldita —
La
chica se levantó para realizar su pedido, mi amiga pensaba conveniente atender
ella, pero yo que ya estaba en la atención hice una seña para determinar que yo
iba a hacerlo, mi compañera solo atino a dedicarse a tomar un trapo para
limpiar algo, mientras yo me quedaba mudo mirándole y ella con su rostro de
esperado alguna pregunta.
—
Este… joven, suelen atender los administradores los pedidos, hey Jack —
—
Mmm… soy yo, yo Mmm… estoy um… por favor, ¿Cómo sabe mi nombre? —
—
Lo tienes en tu placa, como todos los que trabajan aquí, además ya vas a tener
el mío, ojala tuviera un nombre con mucha letras, porque a ti te faltan —
—
Eres muy impactante, digo ¿cuál es tu pedido? ¿Te puedo recomendar algo? —
—
Eres franco, sé que me puedes dar algo que me pueda gustar —
—
Un frappuccino de fresa acompañado con caramelo, ¿Cuántos quieres de esos?
—
Dame unos cuatro, y por ser tan bueno creo que puedo darte una propina — decía
mientras giñaba el ojo.
—
Entonces dime tu nombre y yo te llevare el pedido, no yo, en… ya sabes, ¿te
llamas? —
—
Alesandra pero puedes decirme Sandra a secas, para llevar más rápido la
confianza, ya que se ve que no te dan mucho las palabras —
Me
sentí un idiota por mucho rato, atendí el pedido de la peor manera posible,
pero estaba claro que aún no lo había arruinado todo, volví a tomar mi libro,
aunque llevo poco tiempo terminarlo, no dejaba de ojear para evitar mirarla,
cruzamos miradas por un pequeños instantes pero no conseguíamos nada uno del
otro, yo desviaba mis ojos al libro siempre como un acto mecánico, pero ella
mantenía la fuerte mirada, sin que sus amigos se dieran cuenta. Llego el
momento de la espera finalizara, ella se iba, tal vez yo no le volvería a ver,
tonto fue el dejar a mi novia solo por una chica tal vez jamás en mi vida, al
menos sabía algo de ella, mi bella chica tenía un nombre tan preciosa como
ella, no tenía nada más pero eso me bastaba toda la vida, entonces se me acerco
dejando un papel impregnado de su linda sonrisa.
El
momento se me detuvo, tome la nota y le sonreír tal vez era una nota informando
que soy un torpe y que espera nunca más verme la cara de cojudo que tengo, pero
no, era su número con una dirección de correo, con una equis en un lado, tal
vez sea de abrazo, tal vez se equivocó, pero era claro que ella quería verme de
nuevo, esta vez durante todo ese lapso de momento sentí por primera vez magia
del instante.
Mi
celular resonó dos veces antes de contestar, podía ver era el número de Susan,
no podía echarme atrás así que presione el botón verde con las ganas más
lastimeras que podían poseerme.
—
Maldito desgraciado, mal nacido, eres un perro, eres el peor hombre del mundo,
te mereces todo lo peor, como se te ocurre ser tan perro conmigo, no tienes el
valor de decirme eso en la cara, voy por ti, voy por ti…— conjuraba más
palabras sin sentido.
—
Susan, no creo que sea el momento, lo nuestro es historia, no valió nada, tú no
vales un centavo, no pienso gastar mi tiempo, no soy yo eres tú, así que
olvidate de mí —
—
Para siempre, nunca vengas por mí, yo nunca existí para ti, no me valoraste,
además todos tus amigos pensaran más en mí que en ti, adiós perdedor sin
carrera ni destino —
—
Adiós — la calle, espero para siempre.
Tal
vez haya acertado con que no tengo carrera, pero tengo un destino, no me
importaba perder a Susan, era muy posesiva, celosa además su belleza era su
peor fachada, lucia esplendida pero era una muy mala persona por dentro, no
todo lo que reluce es oro, aunque a Sandra apenas le conocía, tenía un aura más
positiva y amable, a pesar de mostrarme tan torpe en nuestro primer encuentro.
No
pude dormir esa noche, tampoco llamar, tenía que esperar, estaba impaciente
pero tal vez absorbido por mis pensamientos, en el periódico un triste anuncio
que buscaba a un asesino en serie, lo bote por el tacho, no podía evitar y la
agregue en una red social, buscándole por su correo, tenía un par de fotos en
un viaje a una montaña nevada, tenía otras en una fiesta de un amigo por su
cumpleaños, por ultimo otras en su cuarto, me estaba obsesionado con ver todo
de ella, revise publicaciones incluso de unos cuatro meses, busque si tenía
alguna relación reciente, pero era discreta con el tema, tampoco tenía muchos
amigos, tenía un par de amigas con las que siempre andaba, una era la que
estaba ese día, una chica morena muy alegre que nada cambiaba su manera de
pensar y hablaba muy fuerte, pero nada más, ella estudiaba en un instituto de
artes, estudiaba música, era raro ver una chica tan guapa en un arte tan
profundo, su instrumento favorito era el piano.
Amanecía
de manera lenta, me atreví a mandar un mensaje de buenos días, con dos simples
palabras: “Buen día y que siga así, atentamente Jack”. Suena de lo menos
original y trillado, pero no era mi misión ser más cosa, total mientras más
rápido me desilusionaba más sencillo tenía que ser, es más fácil seguir
adelante, tan pronto me puse mi camisa, me puse a pensar en lo tonto que fue
romper con mi enamorada de esa manera, era un desgraciada sin razón, me trataba
como un imbécil, hasta me engaño con un primo mío, pero le soportaba porque
estuvimos desde la secundaria, digo algo tenía que significar, nos perdonamos
muchas cosas, pero he madurado y es mejor seguir esperando algo mejor,
continuar con una vida que más que falsa era dolorosa sin razón aparente.
No
recuerdo que me impulso a llamar en ese momento, pero lo jodido, jodido esta,
sin más me embarque rumbo de nuevo a mi trabajo la chica no me respondió ningún
mensaje por lo que di por terminado mi rumbo, en el bus me puse a escuchar un
poco de música hasta que sonó mi celular.
“Promoción de su
compañía, le extendemos el plan, los megas, todo lo que usted desea por una
pequeña tarifa promocional”
—
Menuda putada, no era el momento para estas cosas, de hecho nunca debería ser
el momento — balbuceaba.
Ya
en la puerta de mi trabajo, el local siempre está abierto cuando yo llego,
además de un solo botón suele cerrarse y los candados son pequeños, cuando mi
vista se aclaró luego de un leve bostezo que profiriese de las pocas ganas
luego de lo que estuve haciendo en la noche.
—
Joder es Susan, no puede ser, que se le ocurre estar aquí — esta vez no pude
evitar alzar un poco la voz.
Ingrese
con los huevos bien puesto, pero la garganta floja, lo jodido, jodido esta, me
repetía peor que maquina malograda, sentía como mis manos sudaban un poco,
mientras buscaba algo que decir o mejor que no mencionar de alguna manera.
—
Jefe, es su enamorada, le estaba esperando — la punky soltaba sin mayor premura.
—
Gracias ya la vi, pero no soy su Jefe, solo Jack —
—
Como sea, seguiré en lo mío —
—
Podemos hablar en privado, ven conmigo a la oficina —
Ella
asintió de manera automática, yo estaba tan dudoso, que ni siquiera me acerque
a darle un beso en la mejilla, pero le tome del brazo, fingiendo que no estaba
siendo brusco, sino que estaba buscando algún lugar donde conversar, trate de
caminar manera pausada sin ningún percance, ella estaba con su cara fingiendo
su pútrida sonrisa hipócrita de siempre, le gusta hacer sentir a otros
culpables de su idiotez.
—
Entonces que te hace creer que puedes venir aquí — mientras le sentaba,
cediendo el pase como un caballero en el peor momento.
—
Lo único que quiero saber, ¿Por qué, te hecho algo? — con la mirada a punto de
lagrimear.
—
Guarda eso, no seas tonta, no quiero saber nada de ti, no quiero entiendes,
suficiente daño has hecho — con mi mirada seria.
—
Este loco, tú me has perdonado eso ya, no puedes superar eso, a cualquiera le
pasa en un mal momento —
—
Entonces ve con un cualquiera, no te soporto más, estoy aburrido de todo lo que
tú ofreces —
—
Estas seguro, porque te he sido muy complaciente — intento tomar mi mano, pero
yo me aleje un poco para evitarlo, aunque casi roza mi bolsillo del pantalón
fui más fuerte que eso.
—
No importa ya, se ha acabado todo entiendes, no lo comprendes, pues dejame
decirte que hay otra — mentí como la maraña que ha sido nuestra relación.
—
Era eso, es mejor que yo, pues te jodes, siempre lo supe, maldito perro —
—
Entonces borrame de tu vida, puedes superarme siempre fuiste buena para eso —
No
dijo palabra alguna, se levantó, marcho a la puerta primera vez mostrando como era,
una tipa muy enojada, con los tacos haciendo ruido por doquier, tratando de
mostrar al resto que no tiene buena cara, pero no importaba no había ningún
cliente.
—
Eso no pudo terminar bien — mencionaba mi compañera la más normalita.
Pasaron
un par de horas y ninguna de mis amigas quería hablar palabra alguna, llegaron
un par de personas, nunca la chica que esperaba. Un pequeño mensaje de texto
termino por romper mi día para bien o para mal.
“Viernes en la tarde,
espero no trabajes. Alesandra”
Me
quede con la cara de idiota, un poquito más, la tipa era directa, o es que
había hecho mi mejor movimiento, tal vez solo era suerte, tal vez necesita
alguien con la tarde, mi primer movimiento fue simplemente dar respuesta.
—
Estoy libre, paso por ti a las seis, dejame tu dirección — deletree cada
palabra como si de ultima oportunidad se tratara.
Mi
vida estaba dando medias vueltas sin caminos, esto ya era un pequeño respiro de
tantas tonterías, las circunstancias me daban la oportunidad de demostrar si
era un café pasado o un café bien preparado.
El
señor pasado había muerto para mi conciencia, Susan era solo un mal recuerdo
fresco pasajero, pase la semana pensando en cómo y dónde iba a llevar a salir a
esta nueva chica, la cita de cine y cena esta repetida hasta el hastió pero no
podía ponerme demasiado trascendental desde luego pues no hay que demostrar
tanto esfuerzo, tal vez llevarla a un lugar especial dentro de la ciudad, una
pileta de un parque sin muchos visitantes, algo muy discreto para poder
permitir fluir una conversación amena.
Un
cuarto para las seis estaba en la puerta, me sentía medio extraño, no suelo ser
muy puntal en mis citas, era una mala costumbre de mi parte, pero ahí estaba a
punto de joder más o arreglar mi miserable existencia, por un lado me decía que
merecía un poco de mérito, el otro que simplemente era un imbécil a punto de
tomar una ducha de realidad.
Seis
en punto contando, me plante en la puerta pensando, todo sería más sencillo si
tocaba y no era la dirección, pero justo cuando puse mi mando en el timbre para
tocar, al instante que mi dedo índice provoco el sonido a la velocidad que
normalmente viaja, algo toco mi mano que me trajo de mi aspersor llamado mi
mundo a la paradójica realidad, era la mando de Alesandra tomando la mía para
detener mi acción.
—
Ahora me toca decirte una cosa, no es mi dirección, mentí para ver cómo te
portabas, poder observarte, no es que de verdad pensaba que fueras malo, solo
quería saber cómo eras sometido bajo la presión de alguien que no conoces —
decía como si hubiera salido de la nada.
—
No me lo esperaba, eres un poco extraña, supongo que es parte de tu encanto —
—
Lo sé, decide, soy lo suficiente extraña para que huyas o para que entres en
mis redes — lo dijo para acojonarme y para inquietarme, lo llevaba de
maravilla.
—
No puedo decidir, que tal si antes conozco un poco para saber, total puedo huir
en cualquier momento — intente ser lo más hábil posible, pero titubeé tanto que
daba igual que mencionara.
—
Valiente, pues es hora de llevarme a donde quieras, soy toda tuya por veamos,
hasta que logres convencerme de lo contrario — sonreía humedeciendo sus labios
al hablar, era tan sensual sin quererlo.
—
Pues bien, te llevare a un lugar cercano que estoy seguro que no conoces — el
misterioso ahora tenía que ser yo.
—
Está bien chico rudo, me vendo los ojos, me atas las manos, o que necesitas
para ir a tu lugar escondido de los ojos de los simples mortales — era tan
preciosa.
—
Sencillo, solo pon un pie delante del otro, mirame a los ojos cuando pierdas el
ritmo, no iré rápido, me puedes seguir estaré a tu lado hasta que lleguemos —
le decía a la chica de bello vestido rosa y mirada sexy.
—
Tan listillo te consideras, vamos entonces — comencé a caminar intentado
avanzar rápido para detenerme al instante, pensé que era una buena manera de
empezar y relajarme a mí mismo.
Estuvimos
caminando por unos veinte minutos, me entere de un poco de sus temas
personales, a que instituto asistía, cuál era su platillo favorito, la tarta de
fresas no era un plato de fondo pero para su figura ella decía que era su
principal fuente de vitaminas, le gustaba practicar deportes, nada extremo,
corría siempre en las mañanas, eso explicaba su estupenda figura, aunque su
vaga alimentación también explicaba porque no era tan fitness, a mi pensar eso
le volvía más preciosa aún, alguien natural a quien puedas enamorar sin
preocupaciones sobre algo superficial.
Llegamos
a la pileta, la tarde se fugaba, la noche abría mi momento especial con ella,
unas dulces palabras su cabello, mientras nos sentábamos frente a frente, un
beso superficial que crecía a ritmo nuestra falta de respiración, no había
personas a muchos metros a la redonda, ella introducía su lengua yo terminaba
separándome, para mirarle a los ojos mientras sus ojos se impregnaban al
perfume de su sonrisa.
—
Eres especial, lo supe al instante, lo sabía desde que conocí, eres sabor
frambuesa — no podía creer que todo resulto tan perfecto.
—
Mientes, crees que solo seré un momento, no quiero saber si esto a la mañana
seguirá siendo lo mismo o terminara cuando termine esta oración — mientras se
sonrojaba.
—
Este lugar es especial para mí, suelo venir cuando no quiero nada del mundo,
cuando quiero hablar conmigo mismo, este lugar no es mío pero como tú, tiene
algo que hace que quiera volver —
—
Te puedo pedir algo, te puedo mencionar un par de cosas, te puedo rogar en
cierta manera algo importante para mí — ahora podía ponerse la cosa seria.
—
No me dejes, te quiero en verdad, te amo, no me dejes por favor — pensé que
diría hasta por un instante vi la misma cara de Susan pero ahora ella luego de
tomar aliento diría algo diferente.
—
Besame de nuevo que aún no termina esto — me calmaba y como esclavo de mis
instintos cedi como el buen perrito faldero que soy.
La
noche ya estaba cediendo, la deje en su casa, su dulce mirada no me dejaría
dormir bien, pero no tenía nada para hacer que tontear con ella por celular,
desde temas superficiales a momentos profundos, a cosas sin sentido, ella me
prometió que me prepararía algo especial, yo solo quería un poco más de ella,
de su infinita dulzura acompañada de algo muy supernatural.
Nos
vimos muchos fines de semana, ahora podía llevarle a donde quisiera, ella era
un poco rarita, le gustaba las cosas diferentes a las chicas de su estilo, pero
eso poco me importaba, era muy buena conmigo, al primer mes me regalo un collar
con pequeño envase como los de muestra de colonia con un contenido de rojo
escarlata, le agradecí y yo le di un paquete de rosas celestes porque en unas
de esas típicas charlas sin sentido me dijo que era su color favorito, ahora
estábamos por nuestro segundo mes, nuestra relación era fuerte, a veces entre
semana iba con sus amigos, bueno no los que vino, siempre era un par distinto a
tomar un café, su instituto no quedaba muy lejos del local pero tampoco era el
mejor lugar para ir en verano, pero ya el clima volvía a su estado más
normalillo de su época.
—
Amor, quieres venir conmigo al cine este fin de semana, iremos en grupo —
terminaba mientras sorbía su café helado.
—
De acuerdo, me llamas, nos vemos cielo — aún sus besos son la mejor miel que
probé.
—
El cielo es muy aburrido mejor dime otra cosa — Que tal anda porque no se me
ocurre nada.
—
Te amo demasiado nos vemos — complete.
— Ridículo, yo lo hago más y no lo cuestiones,
chau —
En
mis placidos pensamientos exploraba mi relación, nuestras tardes a sola,
siempre eran nuestras tardes a solas, no me presentaba a un amigo, pero yo no
podía ser un tipo celoso, ya era lo bastante suertudo como para cuestionarme
tonterías además que ella era muy callada a pesar de su belleza puedo decir que
ella era la más separada del grupo y eso que andaba con muchos grupos distinto.
Parecía
que Susan se esfumo para siempre del mapa, yo era medio feliz, en mi nueva
relación todo lucia bien, a veces demasiado, todos tenemos la sensación de que
no merecemos algo, pensaba que algo no cuadraba, todo era magia, ella cuidaba
demasiado de mí, a veces incluso pensé que era muy celosa, pero luego todo se disipaba
con sus tiernos besos.
—
Puedes darme un segundo, no te vayas aún, o no sé, quieres subir — pregunto con
la voz media apagada.
—
No te vaya pasar nada, hace frio, te sigo — como un león a punto de ir por la
presa.
Esa
noche por fin, luego de ese tiempo, yo entraría a su habitación, todos sabemos
lo que sucede, empecé por sus piernas, me incline en su cama, le besaba con
suaves cosquilleos en su cadera, con habilidad le baje el cierre, aproveche
cada situación para ir escalando como un acróbata que ya había coreografiado
sus movimientos, estaba seguro que no era la primera vez de ninguno, como un
buen mago me deshice de todo mi traje, ella se me abalanzo con fuerza, termine
un poco cerca de la pared, con la fuerza de mi excitación aproveche para regresar
a la cama, la tenía subida en mi encima, su frágil y terso cuerpo pedía a
pavores ciertos favores, estaba tan dispuesto, en mi cabeza la imagen de cuando
entre al cuarto, aún recordaba cómo cada suave caricia termino en este acto
cada vez más intenso, con la potencia que me avalancha comencé mis movimiento
telúricos hasta el favorable clímax.
—
Te amo como a nadie había amado antes — dije al terminar.
—
Eres casi inevitable, te amo demasiado — decía con una mirada muy vaga.
Me
quede totalmente dormido, ella había resultado demasiado para mi poca
resistencia, su bello cuerpo desnudo reposaba ahora sobre mí, suficiente era mi
felicidad para olvidarlo todo así que cerré los ojos como un cordero al
anochecer, no soñé absolutamente nada, era un chico que estaba en la cima de un
segundo piso, un cuarto sin mucho, con una chica única, que valía toda la pena,
si era mi momento, era totalmente mío.
—
Amor, que pas… — fueron mis últimas palabras.
Abrí
los ojos, nunca debí abrilos, ella estaba riendo histéricamente, mientras
sostenía una cámara y mi cuerpo estaba tumbado, así es el resto de mi cuerpo,
de mi cuello salían chorros sangrientos, mientras yo los cerraba por última
vez, con mis últimos segundo en la tierra lo recordé, cuando entre en su
habitación estaba las fotos de sus amigos, amigos a los cuales jamás volví a
ver, siempre distintos, la maldita era una asesina serial y yo era la víctima,
cierro los ojos, tal vez mi cara salga en la televisión o tal vez lo que quede
de ella.
—
Puta te iba a presentar a mis padres — termine.